Ver verdaderamente a Dios como la fuente de todo.
En el Salmo 37:4-5, el rey David escribe: «Deléitate en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él lo hará». Estos versículos nos recuerdan que Dios es la fuente de todo lo que necesitamos, y cuando realmente lo vemos de esta manera, nuestras vidas se transforman.
Si realmente viéramos a Dios como la fuente de todo en nuestras vidas, cambiaría fundamentalmente nuestra perspectiva. Ya no dependeríamos de nuestra propia fuerza, sabiduría o recursos para enfrentar los desafíos de la vida. En cambio, buscaríamos a Dios como nuestro único proveedor, confiando en que Él suplirá todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19).
Este cambio de mentalidad se manifestaría de diversas maneras. Oraríamos con más fervor, buscando la guía y la sabiduría de Dios en cada decisión. Confiaríamos más profundamente, descansando en la seguridad de que Dios está obrando todo para nuestro bien (Romanos 8:28). Viviríamos más generosamente, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Dios y está destinado a ser usado para Su gloria.
Al ver verdaderamente a Dios como la fuente de todo, también experimentaríamos mayor libertad y paz. Ya no estaríamos ansiosos por nuestras circunstancias, sabiendo que Dios está en control. Ya no tendríamos miedo por el futuro, confiando en que Dios ya se ha adelantado a nosotros. Viviríamos con confianza, sabiendo que Dios es nuestra roca, nuestro refugio y nuestro Redentor.
En conclusión, ver verdaderamente a Dios como la fuente de todo en nuestras vidas requiere un cambio fundamental en nuestra perspectiva. Exige que confiemos en Él por completo, dependamos de Él por completo y vivamos solo para Él. Al hacerlo, experimentaremos la vida abundante que Jesús prometió (Juan 10:10), una vida marcada por la paz, la libertad y la alegría en medio de cada circunstancia.
—MC©️
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